Una vida en terreno vedado

En un repentino ataque de orden me dispuse ayer a intentar en vano organizar el desorden descomunal de mi estantería, un revoltijo de apuntes pasados, presentes y quien sabe si también futuros. Y digo en vano porque de pronto encontré tres hojas "garabateadas" escritas por mi hace unos meses y que misteriosamente consiguieron hacerme emocionar, aunque solo fuese un poco. Por supuesto dejé todo lo que estaba haciendo y me puse a pensar qué hacer con ellas. Aunque no exista mucha diferencia entre mi desordenada estantería y este destartalado blog, por lo menos la próxima vez que quiera saber de estas líneas, sabré donde encontrarlas.

¿Y para ti? ¿Cuál es tu película favorita? Parece una pregunta estúpida, quizás lo sea. A pesar de todo la hemos escuchado e incluso preguntado miles de veces, pero ¿alguna vez nos hemos planteado contestarla de verdad? Puede ser estúpida, pero ¿verdad que es complicada? Consistiría en realizar la dura tarea de sacar de cada resquicio de nuestra "cabecita" una muestra de todas las películas que hemos visto en nuestra vida, y aún haciendo el máximo esfuerzo creo que no nos acordaríamos ni de la mitad. Pero ahí no terminaría todo, una vez hecho el recordatorio deberíamos hacer lo importante, el balance. Escoger una. Sólo una. No es tan sencillo, ¿verdad?

Claro, todo esto hasta que de pronto una película te produce un vuelco en el corazón, un nudo en el estómago y te hace aflorar sentimientos que incluso en momentos increíbles de tu vida real jamás aparecieron. Entonces no hace falta acordarte de ninguna otra, sabes que es esa. Ya no tu película favorita, simplemente tu película.
¿Increíble? Más sorprendente es todavía que te des cuenta de todo esto dos años después de ver el film por primera vez.
Ayer, tras una jornada más de "trabaestudio", medio cansada medio atontada y con la casa semi vacía pensé que el mejor plan para ese atípica noche de viernes (sobretodo por lo de la casa semi vacía, dadas mis condiciones) era relajarme viendo una "peli". Aún impactada por la muerte del actor Health Ledger el pasado miércoles, no me pensé ni por un momento cual sería mi elección, la que en su día me pareció una obra maestra "Brokeback Mountain"
- ¿No la has visto ya?- Me preguntaba una de mis hermanas.
Y era cierto, pero desde que me enteré de la horrible noticia aquella mañana, con el desayuno a medio camino en la garganta, supe que tenía que volver a ver esa película y supe además que no tardaría mucho en hacerlo.
Y así lo hice. Sola en el salón, una vez acomodada en el sofá y con la "peli" en el DVD tardé unos instantes en darle al play. Y es que ni miento ni exagero si digo que increíblemente unos incesantes nervios de apoderaron de mi estómago mientras me disponía ha hacerlo.

Puede parecer absurdo, pero sabía que para mí ver esa película iba a suponer algo más. Sabía que desde el primer momento que apareciese en escena iba a emocionarme mucho.

Y ahí estaba él, un tímido pero extremadamente atractivo y masculino En-nis de Mar, enfundado en los típicos tejanos de vaquero de aquel polvoriento Wyoming del 63.
Debo reconocer que me sorprendí a mi misma por no haber derramado la primera lágrima en ese instante, aunque tampoco se hizo esperar mucho.

Me parecía increíble verle ahí tan corpulento, tan robusto, tan aparentemente fuerte y porqué no tan guapo. No me entraba en la cabeza que ya no quedara nada de eso, que todo se hubiera esfumado, parecía tan real... No quise pensarlo y debió dar resultado porque durante los más de 150 minutos que tuve por delante no volví a recordarlo, estuvo vivo para mí durante ese tiempo, tan vivo como demostraba estarlo en la pantalla que tenía frente a mí.

Brokeback Mountain. En mi cabeza no deja de dar vuelas. Y si las montañas hablaran... Testigos durante más de 20 años de los repentinos y desesperados encuentros de dos amantes que, por suerte o por desgracia, supieron, y muy bien, lo que era el amor verdadero. Pero jamás pudieron contárselo al mundo, nunca pudieron hacer participe al mundo de ello. No pudieron. Sólo les quedó Brokback, y sus montañas fueron sus cómplices para siempre, fueron la última esperanza negra de dos enamorados, como para Health lo fue ese maldito bote de pastillas.